Hace unos días leí una reseña de “U.F.O.F” (2019), tercer disco del cuarteto de folk rock estadounidense Big Thief. Una verdadera joya, una marea indomable de sentimientos y un catálogo inagotable de imágenes mentales. Altamente recomendable para quienes gustan de música con diseño inteligente y letras profundas. 

La reseña era para el sitio especializado Pitchfork y el autor, Jeremy D. Larson, se desborda en halagos y analiza de forma magistral el material, desarmando y explicando por qué cada parte del álbum es simplemente maravillosa. 

Cuando Larson llega al tema de las letras de Adrianne Lenker, la vocalista y compositora principal del grupo, la compara con Emily Dickinson si esta poeta hubiera escuchado el álbum “Court and Spark” (1974) de Joni Mitchell.

Me pareció una comparación fuerte, pero sobre todo, me llevó a pensar en que la música es también literatura. Una afirmación que hace algunos años generó  acalorados debates cuando le fue entregado el Premio Nóbel de Literatura al cantautor estadounidense y leyenda de la música, Bob Dylan.

Independientemente de si la música puede o no ser considerada literatura, es verdad que las letras de las canciones son un elemento esencial para la identificación con el público,  al menos en algunos géneros musicales. Una canción que a través de las palabras proyecte imágenes mentales y provoque sentimientos en quien la escucha, es esa que se queda para siempre en la mente y el corazón de las personas.

Ahora bien, encontrar las palabras adecuadas para que coexistan perfectamente con la música y que esto logre  un efecto perdurable en el público, requiere de mucha habilidad y sensibilidad. 

Esta habilidad se va desarrollando como un músculo y una de las mejores formas para fortalecerlo es precisamente leer. 

Los mejores letristas de la música a través de la historia tienen en común un enorme apetito por la lectura.

Y es que es lógico, a través de los libros las personas podemos tener acceso a universos fantásticos, a nuevas ideas e incluso se ha demostrado que las personas que leen tienen mucho más desarrollado el sentido de la empatía, algo que es vital para un músico que quiere contar con sus canciones, historias y sentimientos con los que la gente se pueda no solo relacionar sino identificar.

Aquí algunos artistas cuyo interés por la literatura fue determinante en su composición y en la forma cómo su música impactó al mundo: 

Bob Dylan: Un verdadero genio de las letras, un contador innato de historias y un implacable creador de imágenes  en las mentes de sus millones de seguidores. No es casualidad que haya ganado el premio Nobel de Literatura. Este cantautor tiene un magnífico dominio de las palabras, expresadas a través de una discografía de más de 40 discos con canciones de protesta e incluso religiosas que han sido determinantes para la música popular en Estados Unidos y el mundo. Dylan además ha sido un acérrimo lector, en sus letras hay muchas referencias a las historias y poemas de los escritores que admira como Edgar Allan Poe, Joseph Conrad, William Blake y Lewis Carroll  entre muchos otros. 

Kurt Cobain: Las letras del líder y vocalista de Nirvana lo convirtieron en el vocero de la generación X. Esto a través de canciones que fueron verdaderos himnos, con los que los jóvenes de la década de los noventas se identificaron plenamente. Algunas de las técnicas para escribir sus letras, fueron aprendidas del escritor estadounidense William Burroughs, específicamente la técnica “cut up”, que básicamente consiste en cortar el texto en varias partes y reordenarlas buscando cambios en los significados. Cobain estaba obsesionado con la literatura de Burroughs y hasta grabó guitarras para el cuento “The Priest They Called Him”.

Luis Alberto Spinetta: Nadie puede dudar que esta leyenda de la música argentina y latinoamericana es un verdadero poeta. En cada una de sus canciones, Spinetta demostraba un manejo bastante elegante y profundo de las palabras. Además, fue un adicto a la lectura, seguidor de escritores como el peruano Carlos Castaneda o el francés Antonin Artaud; de hecho, la obra de este último, fue la inspiración para su disco “Artaud” (1973), que aunque fue publicado bajo el nombre de su banda Pescado Rabioso, en realidad fue un trabajo solista. 

Saúl Hernández: El líder de la banda mexicana Caifanes e ícono del rock en español es conocido por sus letras llenas de metáforas y simbolismos. Sus canciones son parte vital del catálogo de la música latinoamericana y de la identidad de las y los mexicanos. A pesar de que Hernández nunca terminó el bachillerato, su apetito por el arte y la literatura lo llevaron a manejar el lenguaje con una destreza envidiable. Este cantautor ha dicho que “la literatura es esa soga poderosa que te salva” y en su caso, escritores como Octavio Paz han sido determinantes.

Juan Gabriel: El llamado Divo de Juárez fue uno de los artistas pop más grandes de Latinoamérica y el mundo. Sus letras reflejan un muy claro entendimiento del amor, desamor y las relaciones humanas. Sus canciones no solo fueron un éxito en su voz, sino además fueron reinterpretadas por los más importantes artistas latinoamericanos. Mucha de la inspiración y la sensibilidad en las letras de Alberto Aguilera Valadez,  viene de su apetito por libros de filosofía, principalmente del filósofo romano, Séneca. 

Aunque la música popular no necesariamente requiere de letras inspiradoras para ser un éxito, la habilidad de decir cosas de una forma elegante, profunda y a la vez atractiva ha sido vital en aquellas canciones cuyo éxito ha trascendido de lo inmediato y se han convertido en himnos eternos de la humanidad. 

Está comprobado que para desarrollar esta habilidad, leer es muy importante ¿y vos qué estás leyendo?